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viernes, 23 de mayo de 2014

Mayo 2014, XVII Edición 101 kms de Ronda.

...Y Rafa Iza dixit: “¿Ya eres consciente de lo que has hecho?”

Creo que sí. un par de semanas después, empiezo a ser consciente. Y recuerdo mi abandono en el cuartel del año pasado como un aprendizaje: la mente es la que controla y la que supera todas las adversidades, físicas y/o mentales.
Hace ya un par de años, cuando me inicié en esta locura del ultrafondo, me planté en el Rocío andando de noche por el Cordel de Villamanrique. Y cuando llegué, para ver las Perseidas en el Rocío, me tumbé en la cuneta de una carretera y me preguntaron “¿Tú eres consciente?” Y yo contesté: “Me hago una idea”.

Ahora empiezo a ser consciente. Muchas lágrimas derramé en el Cuartel cuando abandoné, por falta de confianza en mis posibilidades, porque pensé que tenía que estar con mi compañero y no dejarle solo, pero abandoné. Y al día siguiente ya sabía que mi reto para el año 2014 era terminar Ronda, y con ganas de más. Y empecé a preparar Ronda.

Pedí consejos a todos los que me rodeaban (a algunos escuchaba más que a otros, la verdad) y, aunque no me gustasen todos los que me daban, fui anotándolos con el firme propósito de plantarme en el campo de fútbol en Mayo con ganas de comerme Ronda, y todo lo que se me pusiese por delante. El primer consejo “ponerme fina”. Pues a Antonio Lora (Metropol Salud, Mairena del Aljarafe) y a soltar lastre (llevamos 15 kilos soltados y siguiendo). 
Después a entrenar con cierta regularidad y lo que la vida personal y laboral me permitiese (Angelito dixit) y a entrenar: martes, jueves, sábados y tiradas en domingo. Las últimas semanas bajo un sol de justicia (para que el cuerpo no se asustase de las temperaturas rondeñas que se me venían encima). Otro consejo: centráte en los pies, analízalos y que no te fallen. Así que las manos mágicas de Sandra me hicieron las plantillas voladoras, Fernando (Emotion Running) los calcetines y Roberto (Interesport Cary, Ronda) las zapas.

Y luego la mente: y ahí estaba H+QNC día a día, recordándome que era fuerte, que podía, que si había ya pasado por lo que había pasado, Ronda no iba a poder conmigo, empujándome a entrenar cuando él no podía por lesión, dándome alas, sugiriendo lecturas positivas y haciendo todo lo que se debe hacer para no restar sino sumar, que es lo suyo.





En esa preparación me faltaron las Millas Emeritenses que, por motivos familiares, no pude hacer. Pero… me planté en Mérida dispuesta a hacer el segundo bucle acompañando a Rafa Iza, Paco Muñoz (que al final se retiraría por molestias) y Manu Susmurai. Llegamos en coche de madrugada y llegué al Pabellón Diocles justo cuando se iban a duchar para desayunar y tomar la salida del segundo bucle. Nos esperamos mutuamente y recorrimos el segundo bucle de Mérida Rafa, Manu y yo. Y ahí se terminó de fraguar la preparación de Ronda y el equipo que lo haríamos juntos. Los sabios consejos de Rafa Iza, experto cientounero, durante toda esa parte del recorrido emeritense nos hicieron ver a Manu y a mí que, si queríamos terminar Ronda, tendríamos que escoltar a Rafa y aprender a encarar una prueba de ese cariz. Como dice Rafa Iza: “Lo importante no es cómo se empieza sino como se termina”.

Yo no soy de Ronda pero ella sí me ha adoptado a mí y estaba deseando estar de nuevo paseando por mi refugio, ya no tan secreto, mi paraíso, y el de muchos otros; todos somos afortunados de estar donde vamos a estar, de participar en lo que vamos a participar, y todos se lo dedicamos a los que por un motivo u otro no van a estar al 101% con nosotros compartiendo nuestro común "sentido estoico del ultrafondo"; Tierra Santa nos espera y la Madre de Todas las Batallas nos pondrá a cada uno en nuestro lugar; va por todos mis compañeros del Club Ultrafondo Pretorianos de Tomares y de todos los clubes que participan, y de los independientes, y de los que se quedaron en puertas; vuestros pasos darán los míos cuando las fuerzas falten, vuestra sombra será mi refugio bajo el sol del mediodía, y con todos espero entrar en La Alameda más bonita que un cientounero pueda soñar; gracias a la Organización 101 kilómetros de La Legión de Ronda (Málaga) y a la Legión por hacer posible este sueño un año tras otros, FUERZA Y HONOR!!!!

Y con todo ese bagaje me planto en Ronda, con muchas mariposas en el estómago. Hablar de los previos es obvio: La Alameda, el ambiente, los nervios, los saludos a conocidos reales y virtuales, que se hacen reales, risas, planes, estrategias, cena y a “velar armas”.






La mañana siguiente, el paseo al polideportivo, el encuentro en el césped, la salida de los ciclistas, los vivas y Chito animando y arengando. Entrega de coraza a Havié, bienvenida a la sonrisa pretoriana, Cris, la foto del grupo, los hermanos susmurais, y los bandoleros, y el tridente, y todos. Y salimos.














Cuestas, calor. Rafa Iza insistiendo en reservar, en no correr, porque la que iba a caernos de calor era para
preocuparse. Paco Muñoz en plan chicle, ahora me adelanto, ahora voy con vosotros. Carmen hecha una fiera, corriendo con el estandarte que no lo soltaba ni para coger el agua de los avituallamientos. Qué fuerza tiene esta mujer!!! Al final quedamos Manu, Rafa Iza y yo. Abe sale por libre para probarse, sin presión de ir con nadie. Y empezamos con las cuestas, y vamos a buen ritmo y nos encontramos bien. Vamos adelantando marchadores y somos adelantados por corredores. Rafa fiel a su frase “Lo importante no es cómo se empieza sino cómo se termina”. Y así llegamos a la sartén de Navetas.
Terrible la caló que hacía en Navetas. Yo creo que allí hay una especie de microclima, tipo Écija, y te fríes, literalmente te fríes. Los avituallamientos magníficos, con el agua fría. Vemos que hay un cambio de recorrido en Navetas que deducimos vamos a pagar en alguna otra zona del recorrido. Y por fín salimos de Navetas. Pero allí dejamos a Bandolero y Potaje que han acusado el calor. Después de facilitarles coca cola casi helada y dejarles a la sombra, estamos pendientes del teléfono de Cayo que sigue en contacto con Bandolero. Increíble la labor de Cayo llevando a Ángel Vidal hasta donde le llevó a pesar de todas sus molestias. 


Y al ritmo de Cayo y Ángel vamos avanzando. A veces solos los tres. Otras veces con los hermanos susmurais. Pero seguimos a un ritmo constante. Y llegamos a Arriate. Todo bien. Todo a buen ritmo. Los baldes de agua del matrimonio de Arriate para comérselos a besos. Y llegamos a Arriate y cae la primera cruzcuarius. Qué buena. Pero no la apuramos, sino que la dejamos a medias. El estómago de Rafa Iza empieza a cerrarse y Manu y yo empezamos a intercambiarnos miradas de preocupación. Y afrontamos la cuesta de los cochinos. Sin sombra!!! Sin aire!!! Pero la subimos. En algún momento de la cuesta a Rafa Iza se le ocurre la genial idea de sugerirnos que nos adelantemos y le dejemos atrás. La respuesta de Manu de libro “¿Yo que he sacrificado mi Ronda en 12 horas voy ahora a dejarte para llegar un par de horas antes que tú? Anda ya!!!”. Genial respuesta que suscribo. Así que seguimos juntos. Pero Rafa va con molestias en el estómago. Poco a poco va obligando al estómago a entonarse con medios ya conocidos por todos los marchadores que han tenido molestias en el estómago. Cuando por fín “queda limpio”, retoma el ritmo inicial. ¡Qué ejemplo de superación de dificultades!
Ya sé que Abe se ha retirado en Navetas. Las molestias en los pies han reaparecido y le era muy penoso caminar. Así que ha sido desalojado y se ha vuelto a Ronda. Ya habíamos hablado qué haríamos en caso de abandono: volver y estar disponible para el otro para ayudar. Está bien de ánimo a pesar del abandono y me manda toda su energía para que yo acabe y entre en Ronda disfrutando de la llegada.
Vemos a Potaje que ha decidido abandonar porque el estómago no le deja seguir. Nos enteramos de otros abandonos que sentimos mucho porque imaginamos el estado anímico de nuestros hermanos pretorianos. Y así seguimos hasta Alcalá del Valle. Nos alegramos mucho con la noticia de que Bandolero se ha repuesto y está de nuevo en marcha. Rafa Iza había planeado que en Alcalá nos cambiásemos, preparásemos para la noche, cenásemos y si hacía falta algún cambio de ropa lo hiciésemos allí. Para ello la inestimable ayuda de Oswald y de Ignacio, Fauno, que en forma de coche de apoyo, nos tienen las mochilas preparadas. No hay molestias más allá de un poco de cansancio que se elimina al tomarnos un bocadillo más que rico y un par de cervezas, pero sin abusar, que todavía quedaba mucho por delante.
Tras una  breve pausa de una media hora, vamos que nos vamos a Setenil. Este año la rampa de Alcalá me resulta más asequible. Voy notando los beneficios de haber entrenado con cierta regularidad. Y seguimos, ya con algo menos de calor, pero todavía con una temperatura alta, hacia Setenil. La noche es clara y apenas usamos los frontales.
Cuando llegamos a Setenil… subidón subidón. El ambiente de la zona de los bares magnífico, aunque a algunos ya se les notaba el consumo de alcohol en el tono de sus comentarios hacia nosotros los marchadores. Además, cerca del avituallamiento oficial, estaba Abe con cervecitas, esperándonos para vernos pasar y darnos el último empujón hasta el final.
Y seguimos hacia el avituallamiento, un poco deprimente, no por la calidad de los alimentos (que ni los ví porque ya venía de Alcalá cenada) sino por el olor a medicina, el conjunto de marchadores tirados en el suelo, anunciando abandono. Me acordé de la película “Lo que el viento se llevó”, cuando salían imágenes de la guerra con los heridos alineados en el suelo. Ya sabía del año pasado lo que tenía que hacer en Setenil: entrar y salir lo más rápidamente posible.
Y así hicimos. Del tirón a la salida y vamos que nos vamos al cuartel. Esta parte sí se me hizo larga. Tenía la sensación de dar vueltas y más vueltas sobre el mismo punto. Se me hizo un poco eterno. No obstante, el año pasado la ida al cuartel había sido un poco pesadilla: me sentía llegar al punto del abandono. Este año me notaba mucho más fuerte y sabía que no iba a abandonar en el cuartel. Pero se me hizo largo. Igual veía las banderas del cuartel como que me alejaba del punto donde creía que estaba. De broma pregunté a un caballero legionario si lo habían cambiado de sitio y me contestó que le habían puesto ruedas y lo habían movido. Por cierto, que despliegue de legionarios indicando camino y cruces, evitando errores tontos, como para perderse vamos. Por fín llegamos al cuartel.
Allí también repasé la lección aprendida. No fijarme en los que abandonaban. No dejarme llevar por el ambiente de abandono que invadía el cuartel. Yo iba bien y no me iba a contagiar.
Entonces coincidí con Julia Barrero, hermana de Pascual, que estaba desolada porque su compañera había abandonado y ella se sentía incapaz de seguir sola. Me miró con tal expresión que miré a Rafa y a Manu. Ellos entendieron que la íbamos a adoptar. Aun así, Julia intentó unirse a una chica que iba a su ritmo pero ella marchó y se quedó sola. Total, que como Julia no corría, decidimos andar a ritmo rápido y nos la llevamos con nosotros. Ángel Vidal se quedó en el cuartel. Y cuando íbamos a salir, Bandolero que entra en el cuartel!!!! No podíamos esperarle porque sabíamos que Cayo iría con él. Y él nos pidió que no le esperásemos. Ya intentaría cogernos cuando cenase.
Y encaramos la subida a la ermita. Esa sí que la noté. Qué subida más dura. El final sobre todo me costó. También es verdad que yo, cada vez que veo una cuesta, meto la reductora, impongo ritmo de “Quinto levanta tira de la manta” y vamos que nos vamos para arriba. Tengo que aprender a subir a un ritmo menos exigente y no llegar casi hiperventilando. De hecho Rafa llegó a la ermita cinco minutos detrás de mí y con una tranquilidad que me asombró. Una vez arriba bajamos por las rampas con la alegría de ver Montejaque abajo y al fondo Benaoján. Ya nos íbamos acercando y el entusiasmo nos invadía.
Cuando llegamos a Montejaque había café!!!! Bien por el café!!!! Estaba delicioso, calentito, y nos sentó de lujo. Allí estaba Paco Muñoz, en pleno pajarón. Le dejamos dispuesto a echar sueñecito y reponerse. No queríamos que pensase en abandonar, pero tampoco queríamos amargarle insistiendo en que se viniera con nosotros.
Al salir de Montejaque un par de equipos femeninos que nos preguntan a qué hora queremos entrar en Ronda. Les contestamos que sobre las 8,30 de la mañana, no antes de que empezase la música, porque queríamos entrar con la banda. Como les venía bien la hora, y nuestro ritmo, aparentemente, se vinieron con nosotros. El momento en que Rafa Iza se gira y se ve seguido por quince mujeres y Manu….. indescriptible. Se partía de la risa. De todas formas el ritmo que impuso de caminar era demasiado para los equipos y nos dejaron seguir hasta Benaoján. Ya éramos cuatro: Rafa, Manu, Julia y yo. Entramos en Benaoján y a por los últimos 20 kilómetros.
Yo no sabía por dónde nos harían llegar a la cuesta del cachondeo. Estaba realmente intrigada, pero empecé a reconocer al País del Barro del Homenaje a la Legión que yo había recorrido. Todavía había restos del barro, a pesar de la fecha y del calor, pero recordé lo bien que nos los habíamos pasado en el Homenaje con el dichoso barro. Y así empezamos a acercarnos a Ronda, ya amanecido el día. Y ahí vino la otra sorpresa: ¿cuál era el camino más largo para llegar a Ronda? El que cogimos. Qué hartón de subir y de bajar y de volver a subir y de volver a bajar, y de piedras, y de terrones de barro seco, y de pensar ya falta poco, pues no, que hay que dar otro giro y nos volvemos a alejar de Ronda. Entre subida y bajada descubrimos a Scheilor que no anda bien. Al principio Rafa y yo le insistimos en que se venga con nosotros, pero él llevaba un rato parado, tenía molestias en un costado y no quería seguir. Así que nos despedimos de él y seguimos con los subibaja. Y por fín…. el puerto de la Muela!!! No me lo podía creer, ya estábamos llegando.
Llamé a mi hermano, para que supiese que estaba terminando ya que él era el teléfono de emergencia “porsi…..” Y a por la cuesta del cachondeo. Después de todo lo subido, bajado, Cochinos, Setenil, Alcalá, Ermita, la Muela….. no estaba ni cansada para el cachondeo de Los Molinos. Y al entrar en Ronda a prepararse para la meta: me estiro mi coraza, saco mi banderín del Proyecto 101, bastones limpios, y espero a que llegue Rafa Iza con Julia, que casi no puede ya andar, pero que echando coraje sigue adelante.
Empezamos a emocionarnos ante la perspectiva de llegar ya. Se oye de lejos la música legionaria y sabemos que estamos cerca. Hablamos con Julia que queremos entrar corriendo y ella dice que no puede ir con nosotros, que avancemos que ya llegará ella. 
Nos despedimos de ella y empezamos a correr por el Puente Nuevo. A mí me pueden los nervios y tengo ganas de correr más pero me controlo y entramos juntos en la calle que conduce a La Alameda. Vemos a los Pretorianos que nos esperan y nos hacen fotos, vemos a Abe que nos espera en mitad de la calle para inmortalizar la entrada, nos cogemos de la mano y entramos juntos. Allí estamos los tres con la mejor de nuestra sonrisa y en estado de felicidad plena.


Recibo las enhorabuenas de los legionarios, me entregan mi chapiri, mis camisetas, Chito que me saluda y me dedica mi canción (Happy); yo le hablo del Proyecto 101 kms solidarios con AECC, de Dani Ponce de Huelva, que creo que me ha dado fuerzas cuando me estaba hartando de las revueltas y las cuestas, y me acuerdo de hacerme una foto en meta para el recuerdo.
Pero entonces me acuerdo de Paco Muñoz, que debe estar cerca, porque sabemos que salió de Montejaque una hora detrás nuestra. Así que le doy mis trofeos a Abe y me vuelvo al final de la cuesta del cachondeo para buscarle. No hace falta que llegue hasta allí porque ná más pasar el Puente Nuevo me lo veo venir, exultante.
Ya que estoy allí me da su cámara de fotos para que le grabe su entrada y vuelvo a entrar corriendo y le acompaño hasta el giro para entrar en La Alameda. Y cuando veo que ya va a entrar pienso en Cayo y Bandolero y me vuelvo otra vez para buscarles.

Estaba llena de energía y pensé que tenía que hacer eso. Así que vuelta otra vez a buscar la cuesta del cachondeo para darles los últimos ánimos. Veo venir a los fieras de Anyela, Miguel, el niño de los dorsales y sus compañeros. Me paro a aplaudirles y darles mi enhorabuena. 

También llega el Equipo Susmurai, geniales ellos, con las niñas por delante, fantásticas. Y veo llegar a Cayo y a Bandolero. Qué emocionante verles llegar al Puente Nuevo. Le doy la enhorabuena a Bandolero, por superar las dificultades físicas y recobrar las fuerzas, y a Cayo por la fantástica labor que ha hecho en este Ronda. Y les acompaño de nuevo hasta el giro para entrar. 


Fantástico el recibimiento de todo el equipo Pretoriano a estos dos héroes, abrazo general antes de entrar en meta.

Abe me pregunta si voy a buscar a alguien más, pero le digo que no. Que ya es hora de que me quite las zapas y me asee.


Me reúno con Manu, Paco Muñoz, Rafa Iza y nos sentamos juntos a tomarnos una cerveza que nos sabe a gloria. Comentamos anécdotas: el marchador que saluda a Rafa para darle las gracias porque le conoció en La Valiente. Habló con él, Rafa le convenció para que dejase de fumar y se ha dedicado a entrenar y estaba para terminar Ronda. El momento de las chicas detrás de Rafa. La entrada en meta escoltando a Rafa: Manu envuelto en la bandera de España, yo con mi banderín del Proyecto 101 y él con la mejor de sus sonrisas, habiendo superado molestias que en otra persona habría provocado un abandono. 

Y hablamos de la siguiente edición, la del 2015, que sería la décima de Rafa. ¡Qué bonito sería volverle a acompañar en su décima edición y volver a entrar en meta con él y así nosotros “graduarnos” en Ronda! Rafa nos mira espantao (¡hemos fabricado unas fieras!, seguramente pensaba). Pero ….. dónde encuentras una prueba en la que el ambiente es de compañerismo, fraternidad, no importan clubs, ni ritmos, ni entrenos, sino estar juntos, superando dificultades y disfrutando de las entradas a meta como si todas fueran la primera.



Y la historia continuará….

Domingo 4 mayo 2014, IV Carrera de Montaña, Las 7 Colinas de Tartessos.

¿16 kms la semana antes de Ronda por las colinas de Camas? ¿Tú estás loca? Mira que como te lesiones….. pero si no voy a forzar, voy a cuidarme….. Mis dos yo se peleaban: el sensato, resérvate para Ronda, mira que luego te emocionas, y el aventurero, lánzate y te comparas con el  año pasado, a ver cómo te notas y qué sensaciones tienes.
Pues ganó el aventurero y me inscribí en la carrera. Después de tantas tardes con Javi, Isra, Scheilor, Rafa Iza, subiendo y bajando cuestas, clavando uñas, bastones y lo que hiciera falta para subir, trotando por caminos desbrozados “para fortalecer tobillos” (Javi dixit)….. había que disfrutar de la carrera por las dichosas colinas de Camas.
Y allí que me planté, la mañanita temprano, y me llevé la primera grata sorpresa. 

Yo había pedido el año pasado que, si era posible, me dieran el último dorsal, porque como sabía que llegaría la última, me gustaba tener el último dorsal. Siempre he dicho que soy el control de calidad de los avituallamientos: si hay cuando yo llego está bien organizado. Pues la organización se acordó este año (que no había dicho nada) y me habían dado el último dorsal. Detallazo de los que te hacen volver todos los años!!!! Muuuuchaaassss graciasssssss.

Luego saludos al personal: la máquina Esther Marcos, la no menos máquina Alicia Arroyo, y mis pretorianos que estamos en todas partes jejejejejeje y otro je (que diría uno que yo sé). Pili encantada porque estrenaba equipación "preto" oficial, porque pretoriana, lo que se dice pretoriana, yo creo que lo ha sido siempre. Pues foto de conjunto, risas por supuesto y tomamos la salida. 

Yo me sitúo en la parte final porque quería ir tranquila. Y me encuentro con la magnífica escolta de Mayoral y Scheilor (era la envidia de más de un participante, puedo asegurarlo). 
Tras los primeros kilómetros, Scheilor observa que Mayoral me va a acompañar (aichhhhh este hombre que apañao es) y se lanza hacia adelante dispuesto a disfrutar de su carrera. Cuando un pretoriano decide escoltarte, ya puedes intentar sobornarle con lo que sea que no te va a abandonar. Así que Mayoral había decidido acompañarme y no se separó en un momento.
Pues visto lo visto…. a disfrutar…. de las cuestas, de la tierra, y del sol, mucho sol, pero que mucho sol y más calor. Menos mal que iba bien preparada y llevaba hielo en el camelback, porque llegar a Valencina y encontrarte que se había terminado el agua…. puffffff…. de hecho Mayoral y yo dimos agua a gente que iba cortita y sin posibilidad de beber.
Las sensaciones durante la carrera…. buenas. Me veía bien, fuerte en las subidas, con soltura en las bajadas, trotando alegremente cuando había que trotar/correr, andando rápido cuando no tenía ganas de correr. Miraba con atención donde pisaba para evitar incidentes tontos que afectasen a Ronda. Y pensando en Ronda me encontré con Santa Brígida en el horizonte. Mi personal pesadilla: ¿cuántas veces habremos subido y bajado esa dichosa cuesta del arbolito para poner las “piennas” fuertes? Pues ala!!! A terminar subiendo y bajando. Supongo que el entreno daba sus frutos, porque sufrí mucho menos en la prueba que el año pasado.
Y al salir de Santa Brígida me encuentro ya de vuelta a Camas, con mi fantástica escolta al lado. Y en eso veo el tiempo del arco de meta!!! Ostras!!! 45’ menos que el año pasado. Genial!!!!
Entrar con el fantástico Mayoral siendo fotografiada por el magnífico H+QNC….. eso no tiene precio!!! Y disfrutando muchísimo, riéndome y con ganas de mas.

Y luego el post….. 



Todos los pretorianos reunidos para entregarle a Alonso su coraza que luciría en Ronda la semana próxima. Momento precioso y emotivo porque mira que se ha currado Alonso la coraza, entre perder peso y terminar carreras pero de las heavy heavy….. tenía la coraza más que ganada.




Y premios!!! Ahí están pretorianos en el pódium, pero…. esto se está haciendo ya una costumbre!!! Ojú qué nivelazo de pódiums. Y más risas, y aplausos, y celebraciones. Manolo Ortega, Juani, Maki….. el comando castilleja pillando chapa, ole ahí!!!

Y con esta alegría a retirarse a los aposentos para empezar a revisar las listas de Ronda: Setenil sí/no, Cuartel sí o sí, meta!!!!

viernes, 2 de mayo de 2014

IV CARRERA GARGANTA DE LOS INFIERNOS. JERTE. ABRIL 2014. Crónica de me asomé al Olimpo de los Dioses del Ultrafondo y acabé sintiéndome como Dante en su Divina Comedia.

Llegamos a Jerte, a su Plaza de la Independencia, para recoger dorsales, tomar café y revisar el estado de las “armas” dispuesta a afrontar la batalla. 








También aproveché para hablar con la gente de la plaza sobre el Proyecto 101 kilómetros de solidaridad, AECC Huelva, conocido a través de Dani Díaz Ponce.




 El ambiente increíble.




Empecé a ver Dioses del Olimpo del Ultrafondo. Saludé al gran Kikeakelarre de los Infiernos, que se había pasado la semana comentando en Facebook el estado de la carrera, la climatología y dando consejos y contestando a comentarios incansable, como imagino sube las cuestas del Reboldo, incansablemente.

También saludé a la magnífica pareja formada por Paco y Zsuzsanna


Tras el control de meta, pisada de alfombra verde, me dispongo a ubicarme en el arco de salida. Ya sabía que iría al final y los tiempos de corte daban vueltas en mi cabeza como las fieras amenazantes de Dante en su Divina Comedia (el león, la loba y la pantera eran los tres tiempos de corte que determinarían mi participación).


Tras unos minutos eternos, tomé la salida y pasamos por calles del pueblo con mucha gente, animando, hasta llegar a la explanada del Puente Largo (sitio bonito “pá reventá” que cumplía los requisitos del paraíso: naturaleza, río que corre limpio, sitio “pá” tirarte y dormir y un chiringuito abierto).
Allí me esperaba el gran H+QNC, Abencio Cañas, gritándome la arenga pretoriana, requisito previo a una carrera: "Me llamo Máximo Décimo Meridio, comandante de los ejércitos del norte, general de las legiones felix, leal servidor del verdadero emperador Marco Aurelio, padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada, y alcanzaré mi venganza en esta vida o en la otra. Hermanos!! Lo que hacemos en la vida, tiene su eco en la eternidad. Tomares Vincit!!!".


Una vez cruzado el río por el Puente Largo, empecé a subir (y va una subida), por una pista asfaltada (la única que se pisa en todo el recorrido, que ya es difícil eso en una prueba): La Zalama.


Tras un rato de subida por un tramo de pista, se llega al Sendero de la Fuente de Las Latas. Y se sigue subiendo (y van dos subidas). 


Eso sí, subes por un bosque de castaños que te hace sentirte perdido en una jungla. Estoy en territorio de El Reboldo.

Cuando se terminaba la subida de la Fuente de Las Latas, nos desviaron a la derecha para… oh sorpresa!! seguir subiendo por otro tramo de pista forestal. Entonces … no me lo podía creer…. una bajada, suave, que te permitía correr y soltar piernas, pero bajada al fin y al cabo. Y de nuevo dentro del bosque-jungla de El Reboldo.
  
Pero la bajada terminaría pronto. De nuevo retomé la tónica general de la carrera, las subidas. Esta vez por la pista que llevaba a Los Pilones (y van tres subidas). Me asombraba de seguir corriendo y subiendo (gerundios que no suelen coincidir en mi práctica deportiva), pero como dice el refrán “todo lo que se sube hay que bajarlo”. Así que a bajar por un sendero que te llevaba a la pista forestal de Las Merinas. En palabras de la organización iba a ser “una trepidante bajada”, lo cual traducido a mi lenguaje de corredora popular era bajar con mucho cuidado porque la caída estaba asegurada. Pero iba cobrando confianza con el suelo y me atrevía a correr, saltar, eso sí en pequeñas dosis que no está ya una para sustos con estas edades.

A continuación retomé la tónica de la carrera, es decir…. a subir de nuevo (y van cuatro). Esta vez por un sendero que enlaza el Centro de Interpretación de la Naturaleza con los Pilones.  Y así seguí subiendo, y subiendo, rodeada de robles y con unas vistas impresionantes. Uno sabía lo alto que iba por lo cerca que se veían las cumbres nevadas de las sierras próximas. Y disfrutando del paisaje, y sin parar de correr, se llega al Chorrero de La Virgen. Los ojos dolían de lo verde que estaba todo.

Entonces empezaba una zona, según la organización llana, ya te digo yo que era un falso llano, que te llevaba a …..  otra subida!!! (y van cinco). Yo ya no distinguía el llano de la bajada y todo era subida, pero había que seguir y vamos que nos vamos. Porque, ahora sí, sabía que venía la gran bajada a Los Pilones (Garganta de los Infiernos). Una bajada espectacular en la que recordaba a un ciclista que se había caído y que las zarzas habían frenado su descenso peligroso hasta el agua (no digo más!!). Pero era bajada y yo iba bien de tiempo y de fuerzas. Así que a disfrutar a tope de la bajada y del paisaje, que tampoco se podía mirar mucho que no había que perder tiempo. Para eso ya me había hecho el 75% del recorrido dos días antes: para ver paisaje y hacer fotos.
 Se llega a Los Pilones, se cruza el puente, y …. a subir!!!! (y van seis). 

A subir por un sendero de cabras que giraba a la izquierda y no bajaba, seguía subiendo (y van siete) durante unos tres kilómetros, dejando Los Pilones a la izquierda y viendo como había agua por todas partes: cascadas a tu derecha, chorreras, todo verde…. El corredor escoba, Carlos, que ya se había convertido en mi escolta oficial, me recordó que ésta era la parte en la que no podía lesionarme ni había salida porque el 

terreno era complicado. Así que había que tener cuidado para no liarla, claro. Y disfrutando de la subida (¿?!! sí, sí, disfrutando) llegué a la Garganta Chica, punto en el que empezaba, según palabras literales de la organización, “la técnica y espectacular ascensión hacia el Puente Carrascal”. O sea, a subir!!!  (y van siete).

El ascenso era ya de nota (para mí, claro). Un senderito, técnico no, lo siguiente, en zigzag, hasta llegar tan alto que tocabas casi la nieve de la cumbre de al lado. Eso sí, unas vistas impresionantes de la Garganta Chica que se veía a la izquierda, por ahí abajo, muy abajo. Después de unos minutos de terreno llano (no sé yo como había algo llano ahí arriba), volvimos a … subir!! (y van ocho) por un sendero pedregoso, vamos pura piedra, sin “ná” de tierra. Y así se seguía subiendo hasta llegar a una ligera bajada (que yo ya veía como subida falsa) que cruzaba el arroyo de Los Gavilanes. Pero esto seguía y claro, como se había bajado, ligeramente, pero bajado, a subir (y van nueve) por el sendero que alcanzaba la parte más alta de la carrera. Menos mal que ando rápido, y que todavía podía mantener el ritmo alto andando. Porque si no…. en el Puente Nuevo terminaría mi aventura.

Cuando llegué a la parte más alto, claro, ya no se podía subir más, empecé a descender hasta el Puente Carrascal.  
Una vez que lo cruzas recorrí un sendero desde el que veía por donde había llegado, por supuesto iba subiendo (y van diez) hasta el cerro de La Encinilla, donde enlacé con la Ruta de Carlos V. Entonces empecé a bajar, creo, por una calzada que no hacía más que pensar cómo había ido por ahí el pobre de Carlos V, medio impedido con la gota de la que padecía y llevado en parihuela, un numerito vamos. En esos pensamientos andaba yo cuando llegué al Puente Nuevo, el del ya nombrado Carlos V.



Creía haber llegado al paraíso, pero sólo estaba en la mitad de la carrera. 

Allí me ofrecieron un estupendo chocolate los muy simpáticos encargados del avituallamiento, como todos los anteriores, y vamos que nos vamos. Intenté comunicar que seguía viva pero la cobertura por aquellos parajes estaba de vacaciones. 
Como no había tiempo para más, pues otra vez p’adelante y claro… había que subir (y van once). Ahora volvía a El Reboldo, cruzando un bosque de helechos propio de una fábula. Pero antes de llegar a los helechos tuve que subir por un sendero, trocha, o lo que fuese, estrechito como nunca antes, sorteando pedrolos y con las piernas algo más que machacadas ya. Y así, con más voluntad que otra cosa, me planté en medio de los helechos.


Claro, cuando vi que el suelo era menos pedregoso y que tenía más tierra bajé un poco la guardia…. y me caí cuan grande era (metro setenta) y me quedé un poco “atontá” en el suelo como diciéndome “¿ahora te caes so torpe?”. Estaba tan cerca del siguiente control que alguien me cogió de la espalda y me levantó porque yo no era capaz de ponerme en pie. Resultado de la caída: pie izquierdo “odido”, el tobillo concretamente, costado izquierdo magullado y mano hecha polvo.
Carlos, el corredor escoba, estaba tela de preocupado cuando vio cómo se me hinchaba la mano y como iba aumentando mi cojera. Sólo una vez me sugirió el camino de evacuación. Le contesté aquello de “caer sólo nos obliga a levantarnos” y “un pretoriano no se queja jamás de dolor, cansancio, dureza o de lo que sea”. Así que seguimos. Yo con la manita levantada (pose algo tontita) porque si la bajaba se hinchaba más. Y el pie cuando se calentó, y vio que no iba a parar, dejó de quejarse y tiramos para arriba. Para variar (sigo con la subida once).
  
Cuando llegué a los canchales que coronaban el cerrito, por llamarle de alguna forma, me lavé con agua en el avituallamiento, di las gracias a los aplausos que me dieron por llegar como iba adonde había llegado, y encaré un descenso… “divertido”. De los hay que ir controlando vamos. Era una bajada técnica entre robles con un arrochuelo, “regato” le dicen por esas tierras, en paralelo. Hubo un ligero descanso en ese descenso con el tramo de pista forestal, pero nada más llegar a la zona del Collado de Los Lobos, había que volver a meterse por El Reboldo y sus toboganes, subibajas y trochas. Todo perfectamente balizado, pero había veces que ya no sabía para donde mirar. Si para abajo para no caerme otra vez o para arriba para seguir las balizas.

Y con estas dudas iba yo por el sendero entre robles, castaños y una vegetación apabullante, propia de un relato sudamericano. Y vamos otra vez, otra vez para arriba (y van…doce) hasta el Collado de Las Losas para enlazar otra vez con la Ruta de Carlos V (por cierto que debe ser una pasada ir de Tornavacas a Yuste, pero en plan senderismo, que yo no vuelvo a correr por estas cumbres) y bajar un poquito.
La bajada la agradecí como lluvia en primavera. Mis piernas necesitaban soltarse un poco y el pie aguantó un ratito de trote cientounero, porque yo ya no podía correr más rápido. Cuando terminas ese descenso, vuelve aparecer un carrilito estrechito que iba para …. arriba!!! (y van trece). Esto ya era el infierno de Dante en su Divina Comedia con todas sus palabras. Yo iba sustituyendo los infiernos de Dante por las subidas que tiene esta carrera, dura carrera. 

Ya estabas viendo Jerte a tu derecha y tu cerebro protesta porque te vuelven a alejar del pueblo y para subir además. Sientes que tu cuerpo se resiste y que las piernas se bloquean, pero era la parte final y había que echar el resto. Así que el sendero sube con una pendiente ….. (sin palabras) hasta coronar El Reboldo (se me va a olvidar pronto el nombre a mí vamos!!).
Subiendo para El Reboldo nos cruzamos con personal voluntario (asustaíto de verme las pintas con las que iba, pero ya, a estas alturas, no era plan de abandonar). Pero el ver Jerte a la derecha, aparentemente cerca, te anima a seguir. Ya no sé si subíamos o bajábamos, si llaneábamos, pero cuando podía trotaba y cuando no, andaba lo más rápido que pudiese.  
Es el momento en que te abroncas por meterte en estas cosas, cuando a ti lo que te gustan son las tres cifras. Pero claro…. la aventura es la aventura y el paisaje y la gente que organiza una carrera lo merecen todo. Más cuando ves lo bien organizada que está y la voluntad que le han echado. Apretaba la calor. No tenía ya ni hambre, solo sed y ganas de meter el lado izquierdo de mi cuerpo en hielo para que dejara de hincharse sospechosamente. Y así me encontré con que Carlos, el corredor escoba, decía “ya estás a dos kilómetros”. No me lo podía creer. Todo el esfuerzo, sobre todo desde la caída, estaba a punto de pararse. Dos kilómetros!!! No podía ni calcular cuánto tardaría en hacer los dos kilómetros. Eran sólo dos kilómetros. Y eso me llevó hasta la pista que descendía hasta Jerte.
Y así nos plantamos en el Puente Largo de Jerte, a las 16.00 horas, con más magulladuras que cuando jugaba de chica en el patio del colegio y deseando mandar a paseo la mochila y que alguien me curara con betadine la mano (que ya no podía cerrarla de lo hinchada que estaba).
Creí que no iba a haber nadie en la calle, pero sí, había gente, animando y gritando que no parase, que llegase a la plaza, a la meta.


 
Y llegué. Y sólo decía “agua, betadine”. No era capaz de decir nada más. Cuando estaba en mitad de la cura (gracias a los voluntarios que aguantaron hasta el final: al que me curó, a la señora que me buscó mi bolsa de corredora, a la señora que me acercó el bocadillo magnífico que me supo a gloria), oigo mi nombre por megafonía. No sabía para qué me llamaban y el que me curaba me dijo que me fuese a la zona de meta, que me esperaría a terminar la cura. Y fui. Pero yo estaba medio sonada. Y ví que había dos mujeres junto a mí, duchaditas y arregladitas, con una pinta de fieras del ultrafondo que yo me quedé muerta pensando qué hacía yo ahí con ellas. Pero ellas, amabilísimas, me preguntaron por las heridas, por cómo me encontraba y me daban la enhorabuena. Besos, sonrisas (manita levantada con betadine chorreando, ten cuidado no te manches) y vuelta a las curas.

Ya me reúno con Paco, Suzanne, el keniata (que no me acuerdo como se llama, ooopppsss, lo siento, soy muy mala con los nombres) y Abencio. Me siento a tomar una cerveza que era elixir de dioses y voy recuperando el control. 


Conclusión de la prueba. Es una magnífica prueba, organizada estupendamente, pero está por encima de mis posibilidades. Es muy dura, bueno dura no, lo siguiente. No sé cómo después conduje a Sevilla y a la mañana siguiente estaba de vuelta a mis clases. Supongo que gracias a la adrenalina de subidón, subidón. Creo que por la noche, durmiendo, me hice dos veces más la prueba, recordando todo lo que no podía recordar cuando estaba en meta. Siempre que pueda recomendaré esta prueba. Y yo volveré, pero de equipo de apoyo y para hacer fotos. Sugerencia para Kikoakelarre de los Infiernos: si haces una ultra maratón por el Jerte ahí estaré yo, que eso sí que es lo mío. Ponme una prueba larga y verás funcionar a un motor diésel en condiciones.