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miércoles, 26 de junio de 2013

De Mairena a Villamanrique, agosto 2012



Pues sí, se supone que voy a intentar llegar a El Rocío andando desde Mairena. Al final llegué hasta Villamanrique, pero… lo conseguiré, sí o sí.

 6.47 de la mañana y ya estoy andando para el Cordel camino del Río Pudio. La mochila llena de ilusiones por la caminata que voy a afrontar por aquello de ir acostumbrando al cuerpo a recorrer distancias de nuevo. En agosto lo había intentado pero el calor pudo conmigo y en Torrequemada decidí que igual la lluvia de estrellas la veía en el Rocío pero después de conducir y no de andar.  Así que mentalmente voy pensando en si llegaré a Torrequemada, si luego sobreviviré a la arena del cortafuegos antes del camping de Aznalcázar y cómo llegaré a Villamanrique después de los pinos. Y pensando pensando que llego a Torrequemada (7.47)… y muy bien.

 Pues… a seguir. Como diría Sandra… poquito a poco, así que próximo reto: llegar a Monasterejo. Y seguimos andando a ritmito cientounero. Que ya tendría yo ocasiones para ponerlo en práctica, pero en ese momento no pensaba más allá que llegar a Monasterejo (8.34) y seguir con ganas de más. 

 Y tengo ganas de más. Así que próximo punto… La Juliana. Que hay que coger una ramita de romero de La Juliana para tener un buen camino. O al menos eso dicen los que pasan por ahí.
Ya es de día y el sol empieza a recordarme que seguimos en verano y mi cerebro empieza a pensar si es sensato lo que estoy haciendo. Jajajajaja. Pero yo sé que me da igual que sea sensato o no. Quiero saber si soy capaz y es lo que estoy probando. Tengo Arriate dentro de unas semanas y entonces me decido a seguir con esto del ultrafondo. Así que pensando en mis miedos y superando los nubarrones mentales me planto en La Juliana (8.51) más contenta que unas castañuelas .

 Pues a lo tonto, ya sólo me queda Lopaz y una mijita de arena antes de llegar al cámping. Ya no es un cortafuegos horroroso de arena, ya voy pensando en la mijita de arena que hay antes del cámping. Esto empieza a ponerse divertido. Pues vamos que nos vamos a Lopaz. El campo empieza a despertarse y me cruzo con señores que me miran sin extrañarse de ver a una loca con mochila caminando. Eso me gusta.
Y dándole vueltas a la cabeza con lo que me gusta y no me gusta, con los comentarios sobre mis aficiones, que mira que da para pensar esto del ultrafondo (es lo que tienen las largas distancias), me encuentro la entrada a Lopaz casi sin darme cuenta (9.31)

 Y yo que pensaba que no llegaría!!! Pues ya estoy de camino al cámping. Y me encuentro bien. Todavía no hace mucho calor y se agradece la sombra de los pinos. Y mira que está bonito el campo, a pesar del verano. Si es que da gusto andar por estos sitios y no parece que esté tan cerca de casa.

 Y me acuerdo aquello del monólogo … “¡Qué paz! ¡Qué sensación de comunicarse con la naturaleza!”…. pero voy notando que se me van quitando las telarañas del cerebro. Igual soy yo que estoy empezando a quitarlas. Ya era hora no? Jamía!!! qué ganas de aguantar tonterías tenía. Menos mal que voy soltando lastre.  Y sigo en mi línea, rumiando ideas, ordenando las piezas del puzzle y sorprendiéndome porque mis piernas siguen respondiendo al ejercicio sin quejarse.
Y cuando son casi las 10 y media veo que he llegado al cámping de Aznalcázar que se está despertando y yo ya llevo unas horitas y me encuentro tela de entoná. Así que paradita para bocata y vamos que nos vamos. Miradita a las zapas, limpiamos un poco del “polvo del camino” y ya queda menos para Villamanrique.


Ya voy notando “la caló”, pero si quiero seguir haciendo esto igual no es mala idea irse acostumbrando no? ¿Para qué pensar entonces en la caló que hace y lo a gustito que se está tirada en la playa? Además… ¿no me lo estoy pasando bien? Pues ala!!! Fuera pensamientos negativos y a seguir que Sandrita me estaría riñendo por pensar en cuánto falta en lugar de cuánto llevo hecho. Así que a poner en práctica los consejos “güenos”.

Además… que digo yo…. con este camino tan agradable y quedando tan poco ya para el vado del quema…. pues a seguir y a no pensar en tonterías. Alguien me contó que teníamos tres Yo: el yo que te dice “me duele tó”, el otro yo que te dice “y esto pa qué” y el otro yo que une a los dos anteriores y les pone las pilas y dice “pues sí,”. Así que buscando al yo positivo me planto en el vado del quema pasadita las 11. Me puse muy contenta porque me hacía ilusión llegar antes de las 12 por aquello del ángelus y la salve rociera de rigor de los caminos.

 Un ratito a la sombra, que tampoco hay que abusar de la caminata, y a buscar el camino de Villamanrique, que allí tengo a Tomás en su bar esperándome con una cervecita “güena” como premio a las horitas de camino. Así que a volver sobre mis pasos y coger el camino de Villamanrique. Y, aunque me lié una mijita, y al final entré en Villamanrique por donde no era, o sea por el camino más largo, me tomé la cervecita que me supo a gloria.


 Y me senté en los escalones de la Iglesia a ver qué había hecho. Y me gustó mucho. Pero lo que más me gustó fue que me había gustado. Que no había sufrido. Que no había tenido dolor físico. Que además no había tenido voces en contra diciéndome que lo que estaba haciendo no tenía sentido y que yo no podría terminarlo.
La próxima vez que coja este cordel será para llegar al Rocío. No sé cuándo será, pero lo haré.
Y así me monté en el coche pensando ya en Arriate, mi primera carrera de montaña, que suponía cerrar la etapa de corredora popular de asfalto y pasarme a la tierra. Y ahora que caigo… ¿quién me iba a decir que iba a ser capaz de coger el coche después de estar más de 12 horas andando? Ole yo

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